En tanto metáforas de lo social, las comunidades terapéuticas poseen una doble finalidad: promueven la emergencia a escala micro del malestar que caracteriza la vida anímica de los individuos en su tránsito cultural (de ahí lo necesario de sus normativas, pautas y disposiciones), al tiempo que se constituyen como escenarios de observación e intervención profesional “in situ”. No olvidemos que tratamiento y vida durante un tiempo aquí son lo mismo, y esto en más de un sentido, orientados a favorecer el desarrollo y la experimentación de recursos personales alternativos a las conductas problemáticas.
La conducta está siempre presente en el individuo
Tengamos presente también que lo opuesto a una conducta adictiva siempre es otra conducta, y no la no conducta, que es algo que no existe, pues siempre estamos comunicando con nuestro hacer, incluso más allá de nuestra voluntad. De esta manera es como lo comunitario se hace también terapéutico. En cierto modo, a partir del entrenamiento en la renuncia y / o postergación a la satisfacción inmediata de aquello que con tanta frecuencia se le impone a la persona adicta como una necesidad de goce urgente y excesivo.
Aprender, pues, a perder (algo) como condición ineludible para la consecución de otros objetivos que abran al sujeto la posibilidad de un placer más pleno y responsable, a partir ahora, de la reinterpretación de su propio deseo. O de otro modo; la Ley encarnada en la figura de los referentes terapéuticos que vuelven a presentar, o sea, que re-presentan, el orden simbólico y sus costes, es decir, aquello que siempre es necesario terminar de interiorizar y elaborar debidamente. Un tratamiento es una excelente oportunidad para trabajarlo en condiciones cuidadas y protegidas.
Porque sin esta pérdida (ética) en lo real no existe lugar para el lazo social ni para el símbolo en la cultura. Podemos decir entonces que un proceso de rehabilitación a las drogas exitoso representa un incremento de las mediaciones semióticas (lenguajes) que interceden entre el sujeto y sus actos. La creación de un nuevo placer en y por el discurso. La aceptación de una nueva temporalidad psíquica, y la expansión de la interioridad que esto conlleva, que torne ahora compatible necesidad (de satisfacción) y rodeo significante.
Por eso es tan difícil. Por eso hay que intentarlo. Pacientemente. Humildemente. Toda vez. Siempre.
Este texto es una reflexión sobre la terapia en adicciones escrita por Guillermo Seminara, director técnico y de los pisos terapéuticos de AAT, quien es licenciado en Comunicación Social por la Universidad Nacional de La Plata (Argentina, 1996).